Los libros más bellos del mundo

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Libro de horas del Delfín de Francia

Tiene cierta relación con el animal del mismo nombre pero, el Delfín de Francia se refiere a un singular título nobiliario.

Origen del Delfinado de Francia

escudo Delfín de Francia
Su origen se remonta a Guigues IV, conde de Viena. que tenía un delfín en su escudo de armas y fue apodado le Dauphin. El título de Dauphin de Viennois descendió en su familia hasta 1349, siendo asignado a Humberto II.


En 1349, Humberto II de Viena vendió su provincia Dauphiné; antigua provincia situada al sureste de Francia, al rey Felipe IV de Francia. Para efectuar la venta, le impuso varias condiciones, entre las cuales, se incluía:
-       Gobernar la provincia de forma independiente a las demás.
-       Los príncipes herederos legítimos deben adoptar el título de Delfín.

El título nobiliario de Delfín no era para cualquiera que estuviera en la línea de sucesión al trono, sino que era necesario ser descendiente directo varón del rey reinante. Así, Francisco I de Francia, primo de su predecesor Luis XII, jamás fue delfín.



El último delfín

Se empleó ininterrumpidamente a lo largo de cinco siglos, desde 1349 hasta 1830, tras el estallido de la Revolución Francesa; momento en el que el país pasó de monarquía a república. El último en ostentar el título fue Luis Antonio de Borbón y Saboya, duque de Angulema, de 1824 a 1830.



Las Delfinas

El contrato también exigía que el título, por extensión, debería ser para las esposas y futuras reinas, las Delfinas. Esta posición era análoga a la actual Princesa de Asturias (España) o la Princesa de Gales (Reino Unido).

Libro de Horas

El Delfín de Francia de finales del siglo XV, encargó un Libro de Horas a Jean y Jacquelin de Montluçon. También conocidos como Molisson, según referencia.


Libro de horas del Delfín de Francia



Este manuscrito se encuentra, desde el siglo XI, en la biblioteca de la ciudad de Grenoble, capital del Delfinado.
Cuya obra es tan escasa como valiosa, como se puede ver en la subasta de unas de sus obras El Breviario Monypenny, el cual su original fue vendido a un coleccionista privado por unos 5 millones de euros actuales (1.700.000 libras del año 1989), convirtiéndose en el libro más caro de la historia de Francia.

Autores del Libro de Horas

  • Jean de Montluçon. Nació en Montluçon, lugar que le dio su apodo, en 1417. En 1461, se encontraba en Bourges, participó en la decoración realizada para el funeral del rey Carlos VII y dirigida por Jacob de Lichtemont, pintor oficial del rey. En esta ciudad lleva una vida cómoda, apareciendo en los archivos locales para numerosas pinturas heráldicas realizadas con motivo de ceremonias o para policromías de estatuas. Su actividad como iluminador solo se conoce por el manuscrito de las Horas de Chappes en el que aparece su firma.
  • Jacqueline de Montluçon. Hijo de Jean. Nació en Bourges. Realizó las Horas de Monypenny. Reemplazó a su padre al frente de su taller, cuando éste murió, realizando el mismo tipo de tareas. Aunque también realizó tareas originales como la de contable del municipio de Bourges. Pintó el retablo de Antonites de Chambéry, durante su estancia en Saboya hacia 1496 y 1498.

Montluçon, Francia
Montluçon, Francia.
Es una pieza única entre los libros iluminados, debido a que cada una de sus páginas está totalmente iluminada, es decir, todas sus páginas han sido decoradas en oro.

Pero, lo que realmente lo hace especial es su original iconografía de “hombres salvajes” y animales mitológicos.


Facsímil

Debido a su exclusividad, desde CM Editores hemos decidido realizar una edición facsímil para que pueda disfrutar de este libro, realizada por los Montluçon a un precio mucho menor que el precio al que se subastó El Breviario Monypenny.

Nuestra edición facsímil tiene una presentación de lujo, encuadernado a mano en terciopelo morado y realizado sobre Pergamenata Fredigoni de 160 gr. Está reproducido en latín, el mismo idioma en el que fue escrito el original.


Libro de horas del Delfín de Francia edición facsímil


Si desea conocer más de cerca esta magnífica obra pinche en el siguiente enlace o solicite información mediante nuestro formulario de contacto:
VER OBRA FACSÍMIL
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Al hablar de Sibilas, nuestra mente puede relacionar muchas cosas en torno a ellas, tal sucede con la mitología griega y romana, las profecías sobre el futuro o las leyendas generadas a partir de ellas, como la predicción de Herófila o Sibila Eritrea sobre la destrucción de la ciudad de Troya en la Guerra de Troya. Sin embargo, es más difícil imaginar su relación con Jesucristo, y el motivo por el cual están presentes también en las tradiciones cristiana y judaica. 


profecías de las sibilas edición facsímil
Sibila Eritrea.



¿Quiénes eran las sibilas?

Antes de nada, es necesario despejar la incógnita sobre la identidad de las sibilas. Son conocidas como profetisas que, desde la Antigüedad, han vaticinado diversos episodios importantes de la Historia, recogidos en los llamados Libros Sibilinos y custodiados por el rey Tarquinio, y que, más adelante, en el Renacimiento, fueron adoptadas por la Iglesia Católica como otro enlace más del designio divino para venida de Cristo al mundo. Así, los fieles veían que Cristo había sido vaticinado incluso desde la Antigua Grecia por aquellos a quienes se consideraban paganos y fueron perseguidos durante la época anterior, la Edad Media. De esta persecución, el canto de la Sibila, propio de la isla de Mallorca y que ha sido inscrito desde el año 2010 en la Lista Representativa de la UNESCO, es el único elemento pagano sibilino que ha sobrevivido a la persecución promovida por el Concilio de Trento hasta nuestros días. Forma parte del rito de la eucaristía como un canto interpretado la misma noche de Nochebuena en todas las iglesias mallorquinas.  
Cada una de estas mujeres, casi todas chicas jóvenes, tienen diferentes orígenes, han estado en diferentes lugares y diversos períodos temporales, pero gracias a una lista realizada por Marco Terencio Varrón, se han llegado a contabilizar hasta diez sibilas. La Sibila de Cumas o Cumana, Sibila Samia o de Samos, Sibila Eritrea, Sibila del Helesponto, Sibila Frigia, Sibila Cimeria, Sibila Délfica, Sibila Líbica, Sibila Tiburtina y la Sibila babilónica o Pérsica. Difieren en importancia dado el conocimiento y representación que se conserva de ellas, destacando las Cinco Sibilas pintadas por Miguel Ángel en la Capilla Sixtina: Las Sibilas Cumana, Délfica, Eritrea, Pérsica y Líbica. En nuestro manuscrito se citan otras dos sibilas además de las ya mencionadas, la Sibila Europa y la Sibila Agripa.  


sibila délfica edición facsímil profecías de las sibilas
Sibila Délfica.



El Renacimiento, Jean Poyer y las sibilas

El Renacimiento es la época más fructífera para la representación de las Sibilas, que aparecen tanto en pintura, arquitectura y, lo más llamativo, en el arte literario. 

La producción del manuscrito original, llamado Sibyllae et prophetae de Christo Salvatore Vaticinantes, fue elaborada en el taller de Jean Poyer, un reconocido pintor de miniaturas e iluminador de manuscritos, en el siglo XV en Tours, Francia y, posiblemente, adquirido más tarde por el elector Maximiliano I de Baviera, que lo incluiría en su fastuosa colección de arte. Y no es de extrañar que dicho manuscrito fuese tratado más como una pieza de coleccionista que como un libro para incluir en su también magnífica biblioteca, pues la belleza, riqueza y detalle que se contemplan en cada una de sus páginas, lo convierten en un pequeño museo encuadernado. En él podemos ver a las Sibilas, cada una representada con sus tributos característicos y acompañadas de los elementos cristianos que relacionan sus predicciones con la venida de Cristo. De igual manera, podemos ver algunas imágenes bíblicas, como el Arca de Noé, de asombrosa belleza, y a algunos profetas y apóstoles que fortalecen el designio divino cristiano de sus profecías paganas.


la resurrección profecías de las sibilas
La Resurrección.



Edición facsímil de las profecías de las sibilas

La edición facsímil realizada por CM Editores ha recreado con suma exactitud cada detalle del original, elaborado sobre pergamenata italiana y estampado en oro. Su encuadernación es íntegramente artesanal, recubierta en piel de cabra sobre tabla, permitiendo que se reflejen los motivos dorados de la tapa. Un auténtico tesoro para los afortunados bibliófilos que han podido adquirir uno de los 375 ejemplares de la tirada en edición limitada ante notario. 
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Lo primero que nos viene a la mente cuando oímos hablar de una edición facsimilar es ¿por qué es tan relevante o por qué razones destaca el manuscrito original?


Biblia visigótico-mozárabe San Isidoro de León edición facsímil

El Codex Biblicus Legionensis o Biblia visigótico-mozárabe de San Isidoro de León presenta una serie de características que la hacen única. En primer lugar, ha sido datado con bastante exactitud, el 19 de junio de 960, una época de contiendas, conquistas y pérdidas entre las fronteras cristianas y musulmanas en la Península. Esto daría lugar a numerosos intercambios culturales también, fruto de esta relación no siempre combativa, al igual que grandes leyendas, como la que recoge el Cantar de Mio Cid. Esa precisión particular se hace eco también en sus copistas, plasmados tanto en nombre como en miniatura dentro del códice, Florencio y Sancho.

En segundo lugar, su caligrafía en minúscula visigótica ha sido objeto de cuantiosos estudios y también, ha sido la responsable de que a esta obra se la considere una joya. Su propio nombre, Biblia Visigótica de San Isidoro de León, se lo debe a la inicial creencia de que su letra era propia del pueblo visigodo, pues reúne muchísimas de las características particulares de la misma. Además, la presencia de notas marginales tanto árabes como latinas desconciertan a la vez que fascinan, testigos de la presencia de la cultura árabe dentro de los ciclos latinos que podrían dar para su propio estudio.


Biblia visigótico mozárabe de San Isidoro de León edición facsímil


Por último, pero no menos llamativo, la singularidad de sus miniaturas no tiene comparación. A diferencia de otras obras iluminadas en la península ibérica, como las diferentes copias del Comentario al Apocalipsis de Beato de Liébana, las figuras representadas en la Biblia Visigótica-mozárabe de Isidoro de León carecen de marco o paisaje que las contenga, es decir, se hayan dibujadas sobre el fondo blanco de las hojas, contrastando con ellas en sus tonos fuertes y vivos, y siendo representadas de una forma poco ortodoxa, pues prima la trascendencia espiritual sobre cualquier otra cosa en ellas.

También es interesante mencionar que estas miniaturas poseen una asombrosa relación con el ilustre Pablo Picasso. Si se comparan con su obra Guernica, se aprecia un singular parecido, y es que la Biblia Visigótico-Mozárabe de San Isidoro estuvo expuesta en dos ocasiones a las que pudo acudir Pablo Picasso, primero en la Exposición Universal de Barcelona en 1929 y después en París, en 1937, momentos y lugares que coinciden con las estancias del artista.  


Biblia visigótico mozárabe de San Isidoro de León edición facsímil


En conclusión, esta obra juega con una cuantiosa cantidad de referencias e influencias de diferentes civilizaciones y estilos, pues el siglo X es el ecuador temporal de la reconquista cristiana, cuando todavía no existía un reino cristiano consolidado y fuerte, sino varios reinos que luchaban por una causa común y que por eso mismo generaron alianzas, mezclando sus costumbres, culturas y sangre. Tal es así, que el Reino Astur se fusiona con el Reino de León en el momento en que García I traslada la capital del reino a la ciudad del mismo nombre, donde surge y se custodia, actualmente, nuestro original. Sin embargo, el propio acto de creación a partir de segmentos de otras creaciones, trasluce el propio acto de creación de Florencio y su discípulo Sancho, que dejaron igualmente una valiosa aportación para las generaciones posteriores de copistas, como es el caso del Beato de Fernando I y doña Sancha o Beato de Liébana, del copista Facundo y datado un siglo después.

A día de hoy, once siglos después, la Biblia Visigótica-mozárabe de San Isidoro de León continúa en el punto de mira de estudiosos, expertos y apasionados de todo lo que en ella se pueda encontrar relación, pues mezcla cultura, arte, historia, literatura, religión y, cómo no, cierto misterio que empuja a muchos a querer desentrañar todos y cada uno de sus entresijos.


Biblia visigótico mozárabe de San Isidoro de León

La edición facsímil que ponemos a disposición de coleccionistas y amantes de la historia y del arte, reproduce hasta el más mínimo detalle el original de la Biblia Visigótico-Mozárabe, sin descuidar la exactitud de la tonalidad cromática y trabajando artesanalmente en su encuadernación a mano, facilitando el acceso a todo aquel que quiera deleitarse con su estudio o simplemente poseerla como valiosa pieza de coleccionista.

La reproducción en medio kilogramo de plata de los herrajes y cantoneras que posee el original conservado en la Real Colegiata de San Isidoro de León, se suma a los casi 30 kilogramos de peso que alcanza el volumen, multiplicando su ya de por sí cuantiosa belleza y valor. 

 
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Prácticamente en todas las civilizaciones la música y el baile siempre han estado relacionados con la socialización, el juego de la seducción y el deseo. 

La Edad Media no es una excepción y, aunque no existen muchas descripciones escritas para poder saber como eran danzadas, sí que existen pinturas o miniaturas en las que aparecen representados bailes como la carole, la farandole o el estampie.


Roman de la Rose Baile seducción Edad Media La Carole
Baile de la carole representado en "El Roman de la Rose".

La carole pertenecía a una familia de bailes europeos populares y colectivos, muy comunes en la segunda mitad de la Edad Media.

Se bailaba con canciones festivas y populares, generalmente con forma de una ronda; pero también a veces como una cadena.

Se mezclaban hombres y mujeres, aunque eran ellas quienes comenzaban el baile, mientras los hombres cantaban para dirigirlo.

Era también un baile eminentemente vocal, pues no hay testimonio documental que indique que fuera acompañado de instrumentos musicales.

Desafortunadamente, los textos que se conservan, como el ROMAN DE LA ROSE, no proporcionan información específica sobre la calidad del movimiento, los pasos o el estilo del baile.

El Roman de la Rose es un poema escrito por Guillaume de Lorris y Jean de Meung en Francia entre 1225 y 1278 que adopta la forma de un sueño alegórico. La primera parte del poema cuenta cómo Guillaume tuvo un sueño cinco años atrás que se hizo realidad. En su sueño, Guillaume, identificado como el Amante, entra en un jardín amurallado, el Jardín del Placer, acompañado por la Dama Ociosa. Allí se incorpora a la danza del tiempo, un baile guiado por Alegría y en el cual también participan Amor, Riqueza, Generosidad y otros personajes alegóricos. 

Aunque este baile es una pieza importante del Roman, que sin duda iba dirigido a personas de cierto nivel intelectual y posición social (sus disertaciones sobre los clásicos y los profundos debates de pensamiento lo relacionan, especialmente en su segunda parte, con el ambiente universitario de la época), es notorio que había bailes y danzas en todo tipo de capas sociales como atestiguan las representaciones de campesinos bailando que han llegado hasta nosotros. Quizás ese tipo de bailes carecieran del refinamiento y las reglas que le suponemos a las danzas antes citadas. 


El baile de campesinos Alberto Durero
Pareja de aldeanos bailando, Grabados Profanos, ALBERTO DURERO.


No será hasta 1450, y de ahí en adelante, que, con la llegada del Renacimiento, se empiezan a documentar instrucciones y manuales detallados de todo tipo de bailes. En dicha época ya se esperaba que una persona bien instruida fuese también un buen bailarín y por tanto hizo aparición la figura del maestro de baile, lo que nos hace pensar en la importancia que llegó a tener como mecanismo socializador, y también como herramienta de seducción.


COMPRAR "EL ROMAN DE LA ROSE: El arte de amar en la Edad Media"

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feria frankfurt 2017 cm editores codices medievales

Sin apenas darnos cuenta ha pasado ya toda una década editando lo que a nuestro buen saber y parecer hemos denominado “los libros más bellos del mundo”. 

No ha sido un camino sencillo, pero tampoco solitario. Hemos sentido el afecto y el aliento de todos aquellos que, como usted amigo lector, nos han acompañado en este recorrido y han confiado en nosotros vez tras vez. 

Después de volver del mayor evento del mundo del libro a nivel mundial, la Feria del Libro de Frankfurt, no puedo menos que reflexionar en como han cambiado muchas cosas en estos diez años. 

En aquel entonces algunas editoriales italianas tiraban la casa por la ventana construyendo stands que eran auténticas réplicas de un castillo renacentista o de una joyería de cualquier calle céntrica de la milla de oro de una urbe moderna. 

Poderosos distribuidores alemanes exhibían su fuerza de ventas en grandes stands, y la pauta la marcaban las editoriales históricas centroeuropeas (Suiza, Austria, Alemania) e incluso alguna gallego-catalana. 

En diez años no hay castillos, ni joyerías y muchas de las editoriales históricas acostumbradas a precios elevados y calidad justita ya no tienen presencia allí. 

Cuando la crisis entró por la puerta, la burbuja de los precios elevados saltó por la ventana. 

En cambio, ahora hay sitio para la ilusión, para el trabajo duro, para el esfuerzo, para la innovación, para volver a conectar con un público entusiasta que sabe lo que quiere y que apoya sin reservas propuestas basadas en la calidad y el respeto al cliente. 

La mayor alegría de la Feria de Frankfurt fue oír a un cliente alemán que nos dijo (tras haber recibido previamente el Atlas de Ortelius) que “hacía tiempo que no compraba un facsímil de tanta calidad”. Al final, los que mandan son ustedes, los clientes y amigos que tienen la potestad de juzgar nuestro trabajo. 

Somos conscientes de ello y por eso no podemos dejar de estar absolutamente agradecidos de todo corazón. Seguiremos trabajando para ustedes diez años más, si nos lo permiten, claro está.

CM EDITORES
www.codicesmedievales.com
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vida de la virgen alberto durero

Poco se imaginaba Alberto Durero, mientras agonizaba el siglo XV, que uno de sus diseños ondearía en miles y miles de administraciones públicas de toda Europa más de 500 años después.

Arsène Heitz era un joven pintor de Estrasburgo, que trabajó de 1950 a 1955 en el proyecto de la actual bandera europea.

Debido a que apenas hacía cinco años del fin de la mayor de todas las guerras, la Segunda Guerra Mundial, se le pidió expresamente que no utilizara ningún elemento para la bandera común que tuviera un trasfondo religioso o de contenido político. Y eso es lo que aparentemente hizo.

La elección de doce estrellas doradas de cinco puntas dispuestas en círculo sobre un campo azul se vendió como una representación de los ideales de unidad, solidaridad y armonía entre los pueblos de Europa.

Sin embargo, el autor del concepto artístico de la bandera, Arsène Heitz, no quería irse a la tumba con su mayor secreto. En el año 2004 (casi cincuenta años después) declaró en una revista “haberse inspirado al leer pasajes del Libro del Apocalipsis con el texto: «Y apareció en el cielo un gran signo: una Mujer revestida del sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas en su cabeza» (Ap 12:1)” y por supuesto, en la famosa iconografía que Alberto Durero desarrolló sobre este pasaje.

apocalipsis alberto durero

La Historia del Arte es un camino con muchas bifurcaciones y no es raro encontrarse ideas, diseños y conceptos que fluyen en insospechadas direcciones.

Conociendo el temperamento del genial artista alemán, seguro que no hubiera dudado en reclamar derechos por su creación, como hizo con el emperador Maximiliano cuando supo que en Italia copiaban sus grabados, pero esa es una historia para otra ocasión.

La próxima vez que vean ondeando de su ayuntamiento u organismos más próximo la Bandera de Europa, acuérdense de Alberto Durero.
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colección montserrat joyas bibliográficas

Hace justo hoy un año me encontraba en la bulliciosa ciudad de Nápoles.

Después de haber pasado la mañana examinando manuscritos en la Biblioteca Nacional de Nápoles regresaba a mi hotel. 

Al caminar por la calle Toledo, una de las vías principales de la ciudad, una gata, que se encontraba plácidamente tumbada en total fraternidad entre dos grandes perros, saltó como un resorte sobre mi maletín de trabajo sin que mediara provocación alguna por mi parte. 

Una pareja de hippies españoles, a la sazón los cuidadores de la susodicha manada, me preguntaron que si yo era joyero o visitador de joyerías. Yo les dije que no, que no lo era, pero ellos me insistían que sí, que tenía que serlo a la fuerza. La razón de su afirmación era, según me explicaron, que la gata había pertenecido (antes de viajar con ellos) a un conocido joyero de la ciudad. El felino, que además lucía un fantástico collar de oro, solía rondar a su antiguo dueño mientras trabajaba en sus creaciones y al parecer le gustaba el olor de los metales preciosos. 

Cuando se cruzaba con alguien del gremio solía lanzarse sobre su maletín, como hizo ese día conmigo. Tal vez pensaba que alguno de éstos podría llevarle de nuevo con el desaparecido joyero o tal vez sólo era una gata con buen gusto. 

Mientras me contaban la historia caí en la cuenta de que en mi maletín sí que llevaba oro. Había llevado dos de los tres magníficos libros de horas que componen la Colección Montserrat y que están encuadernados en lujoso terciopelo con tapas de aleación de bronce bañadas en oro de 24k. Los llevaba para mostrar nuestro trabajo a la Directora y el personal del departamento de manuscritos de la Biblioteca Nacional de Nápoles. Al ver la belleza de nuestra reproducción y la calidad de nuestro trabajo quedaron admirados. Nunca pensé que también ese día esos bellos libros iban a llamar la atención, tan solo por el olor del metal precioso, al más ilustre habitante de la "bella Napoli"; a la gata que amaba a las joyas, bibliográficas, en este caso. 


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santo grial colección montserrat
No sé si ha estado usted, amigo lector, alguna vez en la Abadía de Montserrat. Si no ha estado aún le recomiendo encarecidamente que vaya cuanto antes. Y si ha estado ya alguna vez le recomiendo que vuelva, cuanto antes también.
Es un lugar mágico, casi diría que de otro planeta. Las formaciones rocosas, la naturaleza abrupta y frondosa que lo rodea, así como la exótica subida en tren de cremallera (puede subir en coche, pero no se lo aconsejo por las curvas) hacen que cada vez que uno sube tenga la sensación de estar llegando a un sitio realmente especial.
No es ningún secreto que Hitler, ávido de objetos de poder esotérico, mandó a su lugarteniente Himmler a Montserrat en busca del Santo Grial, donde pensaban que estaba escondido. Miguel G. Aracil cuenta en Himmler en Montserrat: en busca del Grial que el líder de las SS exigió ver todos los documentos del monasterio que estuviesen relacionados con el Cáliz. Ante la negativa del padre Ripol, Himmler gritó: «¡Todo el mundo en Alemania sabe que el Grial está en Montserrat!».
En mi caso llevaba tiempo siguiendo la pista de unos manuscritos iluminados (tres libros de horas) conservados en la biblioteca de la Abadía. Conocía, gracias a la investigación de Josefina Planas de su existencia y de la importancia de los mismos. No hago en vano esta apreciación, puesto que uno de ellos está realizado por Jean Bourdichon, pintor de la corte de los Reyes de Francia y autor del archiconocido “Grandes Horas de Ana de Bretaña”. Otro de los manuscritos fue realizado en el taller de Simon Bening, el gran impulsor de la miniatura flamenca. Y el tercero de ellos, por el Maestro de los Triunfos de Petrarca y el Libro de Horas de Ana de Bretaña conservado en la Biblioteca Nacional de Francia.
En las primeras  visitas no conseguí que me enseñaran los manuscritos. En la primera solo pude hablar con la responsable de la Biblioteca, Ángels, una persona maravillosa y tremendamente amable y en la segunda por fin pude entrevistarme con el padre Damià, el bibliotecario de la Abadía. Mis credenciales por el trabajo con el Vaticano, así como otros proyectos y conocidos en común despejaron sus dudas de cara a autorizarme a ver los manuscritos, los cuales pude, por fin, sostener en mis manos con sumo cuidado en una de las salas de la biblioteca en mi tercera visita.
Al bajar de nuevo en el tren de cremallera recuerdo recibir la llamada de mi socio, Pedro, que esperaba ansiosamente noticias (siempre dice que a mí me toca la parte más divertida del trabajo y no le falta cierta razón). Me preguntó que cual de los tres manuscritos me parecía más interesante para reproducir mediante edición facsímil. Recuerdo que le contesté con rotundidad: “Los tres”. Mi decisión podía haberle costado un ataque al corazón a mi socio, a la sazón el responsable de encontrar financiación y ejecutar todo el proyecto técnico para editar estas tres magníficas obras. Pero yo lo tenía claro, había encontrado allí arriba, entre las montañas mi Santo Grial particular. En ese momento acaba de nacer la Colección Montserrat.
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apocalipsis alberto durero
Recuerdo perfectamente el día que le comenté a mi socio Pedro la posibilidad de editar una obra de grabados que había investigado a fondo en los días previos en la Biblioteca Nacional de España: “Es un Apocalipsis, pero no sé, se trata de un libro de grabados…”, le dije.
Corría el año 2008, finales del mismo concretamente. Por aquel entonces ya habíamos editado con cierto éxito dos obras facsímiles: La Leyenda de la Santa Faz, con la Biblioteca Apostólica Vaticana y La España Artística y Monumental de Jenaro Pérez de Villaamil, custodiada en una biblioteca privada.
El reto de escoger bien una tercera obra que nos consolidara en el mercado del facsímil en España era demasiado grande. El título elegido podría, casi literalmente, o llevarnos a lo más alto o tocar seriamente nuestro proyecto editorial. Expresado en términos taurinos diríamos que podríamos salir a hombros por la puerta grande o con los pies por delante por la enfermería.
La obra en cuestión era “Apocalipsis cu figuris”, o Apocalipsis con Figuras, del gran artista Alberto Durero, ejemplar que custodiaba la Biblioteca Nacional bajo una signatura tan evocadora como “Incunable número 1”.
Fuimos a ver la obra juntos, como cada vez que tenemos que tomar una decisión trascendente y recuerdo su entusiasmo al verla: “¡¡¡Hay que hacerla  inmediatamente, sin duda alguna!!!”. Dicho y hecho, nos pusimos manos a la obra dándole incluso preferencia sobre otras dos obras en las que ya estábamos trabajando previamente: El Theatrum Orbis Terrarum, de Abraham Ortelius y el Civitates Orbis Terrarum, de Braun y Hogenberg.
Mis reticencias iniciales no venían dadas por la importancia de la obra o lo fascinante de la ejecución artística de la misma (eso estaba fuera de toda duda), sino más bien por el hecho de que se trataba de una obra en “blanco y negro”, lejos de los lujosos manuscritos iluminados en vívidos colores y adornados con oro que habían sido el leivmotiv de la creación de nuestra editorial.
Algunas de las propias obras citadas antes, que ya habíamos hecho o que estábamos editando en aquel momento, también eran libros de grabados o litografías, pero con un importante matiz, estaban iluminadas a mano (Civitates, Atlas de Ortelius) o mostraban una variedad cromática en tonos sepia como la España Artística y Monumental. Editar una obra en cruda tinta negra se nos antojaba arriesgado, por muy Alberto Durero que fuera su autor.
Sin embargo, dentro de nuestra filosofía (en nuestro ADN empresarial, como suele decirse ahora muy rimbombantemente) estaba arriesgar, innovar y no hacer siempre lo mismo que hacían otros.
Como no podía ser de otra forma la obra fue un éxito incontestable. Y ahora que está a punto de agotarse no puedo dejar de sentir tristeza,  al fin y al cabo fue la obra que hizo que todos en el sector empezaran a hablar de CM EDITORES.
alberto durero apocalipsis grabados

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libros facsímiles colección montserrat
Hay un viejo aforismo, en el que un ingeniero mecánico presenta una factura de 1000€ a una gran industria después de haberles arreglado su maquinaria más compleja apretando un tornillo que se había aflojado “¿Mil dólares por apretar un solo tornillo?” —pregunta enfurecido el gerente de la empresa—. “No (responde el ingeniero). “Por apretar el tornillo les cobro un dólar, los otros novecientos noventa y nueve son por saber cual es el tornillo que debía apretar”.
Hay quien dice que las ediciones que nosotros realizamos son caras. Como el gerente de historia del principio, piensan que nosotros simplemente vendemos libros. Pero eso no es cierto.
Vendemos un pedacito de Historia. Vendemos la misma sensación que tenían los personajes reales que sostuvieron en sus manos ese mismo manuscrito, mapa o grabado. Vendemos la reconstrucción precisa de su elaboración mediante un libro de estudios realizado por el mejor especialista en la obra que nos ocupa en cada caso. Vendemos el preciado trabajo que realizan con absoluto cariño un grupo de encuadernadores artesanos. Vendemos la obtención y posterior secado y teñido de la piel de un animal, que usamos para la encuadernación, traída en muchas ocasiones de países remotos. Vendemos una impresión de altísima calidad sobre soportes fabricados especialmente para cada edición. Vendemos horas y horas dejándonos los ojos para que la estampación de la lámina de oro ajuste perfectamente sobre la pergaminata, tal y como fue concebida por el artista en la Edad Media o el Renacimiento. Vendemos los viajes a bibliotecas de medio mundo para encontrar aquellos originales dignos de ser reproducidos y disfrutados por nuestros clientes. Vendemos las horas de conversaciones e intercambio de ideas y conocimiento con sabios conservadores de dichas bibliotecas, que custodian, como a hijos amados, esos valiosos manuscritos. Conversaciones y negociaciones, que, como en el caso de la Colección Montserrat, cuya foto ilustra esta entrada, pueden llevar años y años.
Por eso, cuando alguien nos pregunta que por qué son caros nuestros libros nuestra respuesta es: Porque no vendemos libros.
colección montserrat edición facsímil cm editores

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llamando puertas cielo vaticano
Editar la primera obra siempre es una decisión difícil, incluso en muchos casos decisiva.
Del acierto o error de dicha elección bien puede depender el éxito de un proyecto editorial.
Por otro lado, más allá de los aspectos meramente crematísticos del retorno de la inversión, hablamos también de la definición de un estilo, de la imagen de marca de una editorial. Todo está ahí, siempre se juzgará lo nuevo con el canon establecido por la primera obra.
Con esta idea en mente aprovechamos nuestros contactos para conocer en persona una de las tres mejores bibliotecas del mundo, la Biblioteca Apostólica Vaticana.
Debo confesar que atravesar un camino vedado para cualquier turista que visita la Ciudad del Vaticano y acceder por primera vez a lugares con estricto control de acceso por parte de la Guardia Suiza fue algo realmente emocionante.
La amabilidad del personal de la Biblioteca Apostólica nos dejó sin palabras y no fue excesivamente complicado llegar a un acuerdo debido a las buenas referencias y las personas que avalaban nuestro trabajo y solvencia.
Quiero agradecer desde aquí al Doctor Ambrogio Maria Piazzoni, viceprefecto de la Biblioteca Vaticana, a los Monseñores Raffaele Farina (quien justo dejaba el cargo como Cardenal Bibliotecario en el periodo que realizamos la edición facsímil de la Leyenda de la Santa Faz) y Cesare Pasini (el nuevo Cardenal Bibliotecario quien admiró el resultado y recibió el ejemplar número 1 de la tirada) y a la Dottoresa Maria Gabriella Critelli que realizó un gran trabajo de investigación al respecto del estudio codicológico.
En aquel momento, finales de 2007, la Biblioteca Apostólica Vaticana estaba “evacuando” todos sus tesoros, pues se disponían a realizar una gran reforma dado que el peso de los libros así como alguna que otra plaga de insectos estaban poniendo en peligro las estructuras de madera centenarias.
¿Imaginan mi cara cuando veía pasar carros y más carros cargados de valiosos manuscritos?  ¡Tantos y tantos códices y no podían ser disfrutados en ese momento! El cierre por más de un año y medio de la Biblioteca por reforma hizo que se diese una situación curiosa. Después de fotografiar el manuscrito necesitábamos comparar las sucesivas pruebas de color impresas con el original. Si el Códice Palatino Latino 1988 era evacuado con todos los demás manuscritos no podríamos comparar las pruebas en al menos un año y medio. Finalmente, de forma excepcional llegamos al acuerdo de conservar el manuscrito en una caja fuerte en las dependencias del personal de la Biblioteca hasta que pudiéramos comparar nuestras pruebas con el original.
De modo que “La Leyenda de la Santa Faz” tuvo el privilegio de ser el único manuscrito que quedaba en la Biblioteca Apostólica Vaticana.
Finalmente, cuando el Vice-Prefecto y el Cardenal Bibliotecario vieron nuestras pruebas, reproduciendo fiel y absolutamente el delicado cromatismo así como el tacto de la pergaminata original y dieron su visto bueno, sabíamos que algo grande había comenzado, teníamos nuestra primera edición en marcha.
Muchas veces me han preguntado que porqué elegimos ese título y no otro para comenzar nuestra singladura editorial.
Hay muchas razones, pero me conformo con señalar dos.
La primera es precisamente la biblioteca donde se hallaba el manuscrito.  Hay editores prestigiosos que jamás han realizado ni podrán realizar una edición facsímil en coedición con la mejor biblioteca del mundo, ni aunque tengan decenas de facsímiles editados. En cambio nosotros pudimos hacerlo con nuestra primera edición.
La segunda era la temática. Hay muchos códices, Libros de Horas, Evangeliarios, Salterios, Biblias, Apocalipsis, Beatos, etc.. y muchos (a veces incluso demasiados) facsímiles de estas categorías que acabo de mencionar. Eso era ir a lo fácil, pero si algo nos ha caracterizado desde un primera momento a CM EDITORES es la capacidad de arriesgar, las ganas de innovar, el deseo de huir de lo convencional. En este sentido La Leyenda de la Santa Faz se antojaba el libro perfecto. No era un libro litúrgico, ni era un libro 100% religioso. Tampoco era un libro histórico, ni una crónica. Era una mezcla de todo. Era una leyenda, un relato a mitad de camino entre lo histórico (la llegada a Luca de una imagen de Cristo que existe y que está actualmente en la catedral de San Martín de Luca) y la ficción (el relato del tallado de la cruz, con la imagen de Cristo en Majestas por parte de Nicodemo y su viaje fantástico a través del Mar Mediterráneo). Lo tenía todo. La mejor biblioteca del mundo, un tema apasionante y un gran miniaturista.
Ya lo teníamos, habíamos llamado a las puertas del cielo y nos habían dejado entrar.
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