Lo primero que nos viene a la mente cuando oímos hablar de una edición facsimilar es ¿por qué es tan relevante o por qué razones destaca el manuscrito original?
El Codex Biblicus Legionensis o Biblia visigótico-mozárabe de San Isidoro de León presenta una serie de características que la hacen única. En primer lugar, ha sido datado con bastante exactitud, el 19 de junio de 960, una época de contiendas, conquistas y pérdidas entre las fronteras cristianas y musulmanas en la Península. Esto daría lugar a numerosos intercambios culturales también, fruto de esta relación no siempre combativa, al igual que grandes leyendas, como la que recoge el Cantar de Mio Cid. Esa precisión particular se hace eco también en sus copistas, plasmados tanto en nombre como en miniatura dentro del códice, Florencio y Sancho.
En segundo lugar, su caligrafía en minúscula visigótica ha sido objeto de cuantiosos estudios y también, ha sido la responsable de que a esta obra se la considere una joya. Su propio nombre, Biblia Visigótica de San Isidoro de León, se lo debe a la inicial creencia de que su letra era propia del pueblo visigodo, pues reúne muchísimas de las características particulares de la misma. Además, la presencia de notas marginales tanto árabes como latinas desconciertan a la vez que fascinan, testigos de la presencia de la cultura árabe dentro de los ciclos latinos que podrían dar para su propio estudio.
Por último, pero no menos llamativo, la singularidad de sus miniaturas no tiene comparación. A diferencia de otras obras iluminadas en la península ibérica, como las diferentes copias del Comentario al Apocalipsis de Beato de Liébana, las figuras representadas en la Biblia Visigótica-mozárabe de Isidoro de León carecen de marco o paisaje que las contenga, es decir, se hayan dibujadas sobre el fondo blanco de las hojas, contrastando con ellas en sus tonos fuertes y vivos, y siendo representadas de una forma poco ortodoxa, pues prima la trascendencia espiritual sobre cualquier otra cosa en ellas.
También es interesante mencionar que estas miniaturas poseen una asombrosa relación con el ilustre Pablo Picasso. Si se comparan con su obra Guernica, se aprecia un singular parecido, y es que la Biblia Visigótico-Mozárabe de San Isidoro estuvo expuesta en dos ocasiones a las que pudo acudir Pablo Picasso, primero en la Exposición Universal de Barcelona en 1929 y después en París, en 1937, momentos y lugares que coinciden con las estancias del artista.
En conclusión, esta obra juega con una cuantiosa cantidad de referencias e influencias de diferentes civilizaciones y estilos, pues el siglo X es el ecuador temporal de la reconquista cristiana, cuando todavía no existía un reino cristiano consolidado y fuerte, sino varios reinos que luchaban por una causa común y que por eso mismo generaron alianzas, mezclando sus costumbres, culturas y sangre. Tal es así, que el Reino Astur se fusiona con el Reino de León en el momento en que García I traslada la capital del reino a la ciudad del mismo nombre, donde surge y se custodia, actualmente, nuestro original. Sin embargo, el propio acto de creación a partir de segmentos de otras creaciones, trasluce el propio acto de creación de Florencio y su discípulo Sancho, que dejaron igualmente una valiosa aportación para las generaciones posteriores de copistas, como es el caso del Beato de Fernando I y doña Sancha o Beato de Liébana, del copista Facundo y datado un siglo después.
A día de hoy, once siglos después, la Biblia Visigótica-mozárabe de San Isidoro de León continúa en el punto de mira de estudiosos, expertos y apasionados de todo lo que en ella se pueda encontrar relación, pues mezcla cultura, arte, historia, literatura, religión y, cómo no, cierto misterio que empuja a muchos a querer desentrañar todos y cada uno de sus entresijos.
La edición facsímil que ponemos a disposición de coleccionistas y amantes de la historia y del arte, reproduce hasta el más mínimo detalle el original de la Biblia Visigótico-Mozárabe, sin descuidar la exactitud de la tonalidad cromática y trabajando artesanalmente en su encuadernación a mano, facilitando el acceso a todo aquel que quiera deleitarse con su estudio o simplemente poseerla como valiosa pieza de coleccionista.
La reproducción en medio kilogramo de plata de los herrajes y cantoneras que posee el original conservado en la Real Colegiata de San Isidoro de León, se suma a los casi 30 kilogramos de peso que alcanza el volumen, multiplicando su ya de por sí cuantiosa belleza y valor.